domingo, 3 de junio de 2012

LENGUAJE TABERNARIO

   
Esta tarde tomando un café con unos amigos, en la terraza del local, en la mesa de al lado había tres personas hablando y haciendo apuestas de quien conseguiría ligarse a la persona que acababa de entrar a la cafetería y se había instalado en la barra. Bien vestida, elegante, de cuerpo esbelto y una espalda para enmarcar... en dos palabras, un bellezón.

¿¿Desde cuando los hombres hemos elegido dónde y cuando??
Las tres personas de la mesa colindante están al acecho, planificando el polvo y el revolcón que echaría, la estrategia ganadora de ir a la cama.

El dialogo era machista, al mejor estilo tabernero del siglo XIX. Parecía una carnicería hablando de filetes y de la forma que iban a desarrollar el magreo. Filetes, magra, criadillas, también había alguna lengua y algún rabo; hasta el final todo es toro.

Ese tipo de machismo lo creía extinguido en el siglo XXI para mi sorpresa lo vi con gestos y ademanes en la mesa de al lado. Ese machismo retrogrado e irreverente sigue vivo y con más fuerza, el leguaje tabernario sigue funcionando entre risas, alcohol y tabaco. La mesa contigua seguía parcelando a la persona del la barra, hablando del culito, la espalda, el peinado... parte a parte y cada una con su adjetivo correspondiente. Lo más triste es que la personas de la charcutería eran tres muchachas entre unos veinticinco y treinta años refiriéndose a un muchacho.

¿En que momento el lenguaje tabernario ha cambiado de sexo?

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